Barbara HellerKomponistin

Biografie

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El 6 de Diciembre celebra la compositora Barbara Heller su 70 cumpleaños. Ya esta primera frase despierta la duda ¿Compositora? ¿Qué pasa con su intensa relación con el piano? ¿No es también pianista? Durante décadas ha ejercido con éxito como docente ¿No es entonces también pedagoga? Sus ocurrentes postales- collages y sus dibujos ¿no son el sello de una cultivada artista? Además ha publicado volúmenes de obras musicales compuestas por mujeres ¿Es una “feminista de la música”? Estas preguntas no tienen respuesta, ya que Barbara Heller no se deja encasillar, ni profesionalmente, ni en nada que ataña a su música. Es una creadora musical que abarca desde la música contemporánea inicial, pasando por la improvisación, hasta la introducción de nuevas técnicas magnetofónicas; desde sencillas piezas para piano hasta trascendentes experimentos e instalaciones sonoras.

Barbara Heller se abrió paso entre unos roles establecidos, en un tiempo en el que la sociedad apenas planteaba posibilidades para la mujer. En repetidas ocasiones renunció a modos de vida por los que se sentía presionada y miró hacia delante, siempre luchando. Precisamente por eso ha desarrollado una elevada sensibilidad respecto al interés de las mujeres en la cultura musical. Sin embargo lamentarse nunca fue lo suyo; siempre se mantuvo interesada por las personas que la rodeaban, buscando un nuevo sentido a sus aspiraciones dentro de su trabajo. La música siempre fue una forma de autoconocimiento y menos, un medio para perfilarse. Esto no quiere decir que se haya anclado en un determinado estilo musical. Al contrario: aún hoy busca imperturbable nuevas combinaciones sonoras y posibilidades de expresión que se extienden a múltiples sectores . Desde finales de los años ochenta, Barbara trabaja arduamente. Incluye sonidos del entorno en su música haciendo uso de innovadoras técnicas, improvisa y compone en colaboración con otros artistas y desarrolla proyectos colectivos con diferentes grupos instrumentales. Ha dado a sus composiciones títulos llenos de fantasía, de los cuales se extraen algunas referencias autobiográficas, como por ejemplo Tagebuchblätter (Páginas del diario) (1985), Briefe, ein improvisationeskonzept (Cartas, un concepto de improvisación) (1987) o Selbstgespräch (Soliloquio) (1996). Ha hecho suyas cosas que actualmente preocupan y conmueven; así transformó la trágica muerte de una mujer que contemplaba una exhibición de vuelo en la admirada obra Im Feuer ist mein Leben Verbrannt (Mi vida ardió en el fuego) (1987). Y también ha jugado con el material musical, lo ha transformado, lo ha desarrollado, ha hecho arreglos y ha trabajado en ello hasta quedar satisfecha con el resultado sonoro obtenido.

Su vida siguió un curso zigzagueante típico en muchas compositoras. Ahora se ha convertido en una. El reconocimiento público, aunque en verdad ha llegado a ser relevante, no fue nunca prioritario; lo más importante para ella ha sido encontrar y construir su identidad como compositora profesional tras una larga búsqueda. Conozco a Barbara Heller desde los años setenta, cuando fundamos el Círculo internacional de la mujer y la música y lo llenamos de vida. Con sus ojos vivos y brillantes y una bonita cara que derramaba ilusión, protagonizaba frecuentemente los acontecimientos. Recuerdo cómo se dirigió al piano y entonó una pieza de Fanny Hensel, con un entusiasmo que contagió a todos. Habíamos encontrado una mina en el pasado: descubríamos la música de mujeres cuyos nombres nunca habíamos oído anteriormente, se producían encuentros con compositoras de mucho países, festivales de mujeres en los que podíamos escuchar su música. Barbara Heller siempre estaba allí; su curiosidad por los logros femeninos y la solidaridad con la colegas era evidente en ella.

Con las investigaciones sobre el género el concepto de “estética femenina” comenzó a ser condenado y sólo unas pocas eruditas continuaron cultivándolo. Cuando un género con cualidades susceptibles a la variación se encuentra unido, no puede haber una singularidad fundamental. Y claro que llama la atención que Barbara Heller utilice frecuentemente en sus composiciones un modo de proceder opuesto al tradicional esquema del culto individual masculino y a la violencia de la innovación. Se trata de tener la capacidad de hacer mucho a partir de poca cosa (como por ejemplo improvisa ella a partir de unas gotas de agua), de escribir música sobre todo para determinadas personas y ocasiones, de consagrarse en gran medida a la música funcional (como por ejemplo su compromiso con la pedagogía), de buscar el contacto con los oyentes, es decir, respetar la comunicación y finalmente, de no pasearse por el narcisista reflejo de uno/a mismo/a concentrando toda la fuerza en la propia música.

Existe la costumbre entre los periodistas de caracterizar a las mujeres basándose en su aspecto externo, algo que ocurre escasamente, si no en absoluto, entre los hombres. Sin embargo debe de haberse dado algún cambio en este sentido. La Barbara de dieciocho años, de magníficos rizos negros pasó a ser una mujer más bien severa en apariencia con el cabello cortado a cepillo, un cambio que sorprendió a aquéllos que la conocían y la amaban. Presuntamente tras este hecho se escondía un serio ruego. Precisamente ella, que durante décadas luchó por la subjetividad, que se atrevió a cambiar sus principios para salir de la sombra de la obediente femeneidad, señalaba ahora que no quería volver a interpretar el rol de mujer tradicional. Hay un tipo de graciosa femeneidad que muchos hombres esperan encontrar en las jóvenes y que sin embargo ahoga a la mujer que se encuentra detrás, ya que de esa “encantadora” persona sólo se espera amistad y gracia. Esto es algo que Barbara no quiso volver a experimentar. Ahora se muestra a los demás con su pelo encanecido y no se esfuerza por esconder las señales de la edad. La vista debe dirigirse a lo que para ella cuenta: la fascinación de las vivencias sonoras que refleja en su música.

No tiene tiempo que perder y se expresó así en una ocasión: “ En la próxima vida, tras mi nacimiento, seré directamente compositora. En la última no fue posible, porque no me lo propuse hasta mucho tiempo después de mi llegada al mundo”. Barbara Heller no se ha entregado a una huida hacia la intimidad guiada por su estética apolítica, ni se ha incorporado sin críticas a la empresa musical. Componer como realización personal: ahora ha llegado a donde siempre apuntó y el enorme reconocimiento del que goza demuestra que el único camino que ella consideró auténtico era el que en realidad debía hacerle alcanzar el éxito. Siempre fue consciente de que la música pertenece a los dos sexos y de que no puede permitirse que sólo uno se haga cargo de ella, al igual que es consciente de que pertenece a un género que necesita de su solidaridad y viceversa. Le deseamos a ella y a nosotros mismos muchos años de su ininterrumpida fuerza creadora.

Eva Rieger, Vaduz, en Enero de 2006

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